Crítica de "El Mercader de Venecia", dirigido por Eduardo Vasco.


JUSTICIA PIDES, JUSTICIA TENDRÁS

Sensacional adaptación de "El mercader de Venecia" de Noviembre Teatro. Estrenada en el Festival de Teatro Clásicos en Alcalá, esta comedia romántica de Shakespeare nos adentra en una historia de venganza, lealtad, amor y conflicto judío-cristiano enmarcada a través de una puesta en escena que es una hermosa galería fotográfica. | Por Cristina Hernández y Elena Soriano.

Cuando intentamos versionar una obra antigua, siempre es complicado, ya que es necesario para entender la intencionalidad del autor el contexto en el que vivió. Si a quién estamos rescatando es a William Shakespeare, el reto es mayor. Para entender, por ejemplo, "El mercader de Venecia", para comprender a sus personajes, tendríamos que saber cómo era la vida de aquel entonces, y por ello, Shylock, el usurero judío, y Porcia, la "heroína" de la historia, son las figuras claves para interpretar el propósito de su autor. 

Dicho esto, Noviembre Teatro firma una estupenda adaptación de este romance teñido de comicidad, una de las propuestas estrenadas en la XV edición del Festival de Teatro Clásicos en Alcalá. Eduardo Vasco dirige esta versión, elaborada por Yolanda Pallín, de este texto de oro Shakespeariano cuyo resultado es de una preciosidad visual maravillosa. "El mercader de Venecia" aborda un contexto histórico-social desarrollado durante el Renacimiento, etapa en la que los países europeos tenían normas muy duras sobre los judíos. En muchos se les prohibía tener tierras y bienes, por lo que estos se dedicaron en gran parte a la usura, práctica prohibida para los cristianos. Circunstancia que en ocasiones provocó que la población se endeudará con ellos, e incluso los propios gobernantes, desencadenando el aumento del odio hacia ellos. El resultado de esto conllevó que un número de países decidiese expulsarlos, con la excusa de que pertenecían a otra creencia. Por el contrario, la República de Venecia tenía unas leyes muy permisivas con esta gente, aunque pese a eso seguían siendo repudiados e insultados por los ciudadanos. Todo ello se convierte en el marco de esta pieza el un judío y una cristiana marcan el objeto de la obra.

Shylock - interpretado de manera soberbia por Arturo Querejeta- es un judío que durante toda su vida ha sido insultado, escupido y rechazado por Antonio, supuestamente por ser un usurero que ha dejado en ruina a varias personas con su negocio, pero Antonio también le detesta por ser judío. Cuando el joven se ve arruinado, Shylock prefiere su venganza a todo el dinero ofrecido, pues el rencor de todos los agravios que se ha sido sometido solo pueden saciarse con carne: “perro me habéis llamado, y como perro me comporto”, citaba el judío reiterando su afán de justicia. Un villano que tiene a Porcia - maravillosa Isabel Rodes- como antagonista. Esta heroína tiene mucho que ver con el contexto en el que se inspira Shakespeare, quien vivió en una época donde algunos pensadores estaban a favor de dar una educación a las mujeres. Además, es una figura contemporánea a la época isabelina, en la que la figura femenina era más respetada que en otros lugares. Porcia es por tanto una mujer que refleja ese ideal, es inteligente, bondadosa, justa, de corazón noble y puro, capaz de hacer sentar la cabeza a Bassanio, hacer justicia en el juicio y ser capaz de perdonar a Bassanio cuando “pierde el anillo”. Si bien es verdad que la figura de la justicia es una mujer con los ojos vendados sosteniendo una espada y una balanza, son los mismos que aparecen durante el juicio de Shylock y Antonio. Shylock aparece ante el tribunal con una balanza y un cuchillo para hacer equivalente el trozo de carne con los daños sufridos. Porcia es esa mujer con ojos vendados que imparte justicia, mientras los asistentes la “ven” con los ojos cerrados, pues nadie es capaz de reconocerla.

Una historia que aborda la lealtad, la venganza y el amor que da forma a una comedia brillante. La producción de Noviembre Teatro hace justicia a este Shakespeare, ¡y de qué manera! Tan extraordinarios como están todos y cada unos de los miembros del reparto, esta obra tan coral es una maravilla para los oídos, pero también para la vista. Su imponente puesta en escena, su bello vestuario y sus marcadas acciones configuran una sucesión de cuadros. Es como estar ante una galería de arte de lienzos absolutamente hermosos. La suerte, la conciencia y el entendimiento desfilan en una ejecución en la que los propios personajes son espectadores de las acciones que se desarrollan en un primer plano o dirigen sus discursos al público. El recreo de los acertijos y el caricaturizar al rey marroquí y aragonés, el eficiente papel de la iluminación y la fluidez que aporta la música a las escenas participa en esta inteligente versión, se sirven para establecer una propuesta sensacional que no desvirtúa la historia principal de la obra, una pieza en la que, como cita Shylock, "El mundo es un teatro en el que cada uno representa el papel que le ha tocado" y aquí quién pide justicia, justicia tendrá.

:: Sigue la gira de "El Mercader de Venecia" aquí.

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