Crítica de "Ojos de agua", dirigida por Yayo Cáceres.


JUVENTUD PERDIDA

Alcahueta, puta, bruja,… son todos los calificativos que se le da a La Celestina, una mujer que se dedica, entre otros muchos oficios, a enamorar y desenamorar a todos a aquellos que pagan sus favores. Una mujer sin pelos en la lengua, hace de su conocimiento su oficio. Adorada y temida, deseada y repudiada. La Celestina es sin duda alguna una mujer desafiante donde baja y alta cuna, reyes y cleros, inclinan sus rodillas pidiendo su ayuda. Ron Lalá firma "Ojos de agua", un emocionante retrato de la figura descrita por Fernando de Rojas. | Por Cristina Hernández y Elena Soriano.


Conocido es por todos la figura de La Celestina, una mujer que puede conseguir que aquel por quién suspiras se enamore de ti. En la obra de Fernando Rojas, Celestina muere. Sin embargo, todos los esfuerzos por acabar con ella son inútiles. Ella sobrevive. Sí, sí, habéis leído bien. Celestina vive, pues su figura ha sido recordada, admirada y seguida por muchos, convirtiéndose en un icono inmortal. Por ello, "Ojos de agua", más que una adaptación de este clásico, es una continuación de este. La Celestina cuenta su versión del drama de Calisto y Melibea. No se declara inocente, pues la inocencia no es algo que valla con ella. Si de algo se tuviese que lamentar, sería de no haber vivido más. Desafiante a las normas, los consejos que ella proporciona, no son aptos para gente con muy alta moral, y durante toda la obra, Celestina solo se culpa de haber sido capaz de ser libre.

Esta increíble adaptación de Yayo Cáceres y Álvaro Taro (Ron Lalá), emocionó en su paso por los 'Clásicos en Alcalá'. En esta soberbia pieza vemos a una sobreviviente y cansada Celestina reviviendo años pasados, pero no perdidos. Un monólogo interpretado por una impresionante Charo López, quién con picardía y humor revisa los pasajes más inmortales de esta obra de Rojas, convirtiendo a su autor en un mero intermediario. Una interpretación fascinante de la actriz salmantina que durante toda la obra, con guiños a nuestros tiempos, nos traslada a una antigua Salamanca, cuando ella era joven y guapa y los hombres iban tras ella para enamorarla y no para enamorar. Nunca tuvo miedo a las pasiones y al vicio, e hizo de ellas parte de su oficio. Una interpretación fluida donde el texto se combina con música, donde la figura del espíritu de Pármeno rompe la continuidad del soliloquio. Un discurso elocuente apoyado por una puesta en escena sencilla, que evoca la humilde morada de esta vieja alcahueta cuyas pócimas solucionaban los problemas que los hombres no podían. Un único marco donde los elementos que lo componen, junto con la banda sonora que lo acompaña, traslada al espectador al interior de una casa, un confesionario o a las bulliciosas calles del municipio Leonés.  

Celestina no murió, y así lo deja patente "Ojos de agua", y es que, ha sido una figura recordada y seguida por muchos a lo largo de la historia: Zorrilla la revivió en Brígida, que al igual que Celestina hace con Melibea, la religiosa embruja a Doña Inés para Tenorio. Aunque muchos la persigan con antorchas, por bruja, puta y alcahueta, y oculten su verdadera razón, que es el miedo a lo que sabe, siendo muchos los que desean que continúe los placeres de la carne, ella conseguirá escapar haciendo uso de su astucia e inteligencia.

La libertad es costosa de conseguir. Deja estragos en la piel, heridas en el alma, y una soledad de la persona que sólo puede ser recompensada, sabiendo que ha sido dueña de ti misma. Una mujer fuerte y orgullosa, no es santa y consigue ser adorada, mala, engañosa, traicionera y mentirosa. Así es Celestina, así la retrata la emocionante lectura de "Ojos de agua".

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