Cita con.. Karmento

 

Karmento: raíces, camino y resonancia de una voz que se ha hecho a sí misma

Hay artistas que llegan a la música como quien tropieza con una puerta abierta, y hay quienes la encuentran después de atravesar muchas habitaciones internas. Karmento pertenece, sin duda, a la segunda categoría. Compositora, música de autor, exploradora del folclore y de la emoción humana, su propuesta artística habita un lugar singular: un puente vivo entre las raíces y la vanguardia, entre la verdad íntima y la celebración colectiva.

Nacida en Bogarra (Albacete), su obra está profundamente permeada por la sierra, la naturaleza y los ritmos heredados de su tierra. Pero Karmento no es una artista de pasado: es una creadora del presente que mira siempre hacia adelante, cuestionando, renovando y conectando con lo universal desde lo más cotidiano.

Hablamos con ella sobre identidad, procesos creativos, emociones, mantras, rituales y pequeñas alegrías. Y su voz —honesta, luminosa, cercana— lo llena todo.

Cuando alguien te pregunta “¿qué tipo de música haces?”, ¿Qué es lo primero que te sale decir?

Diría que hago música de autor. Es lo que me nace sin pensarlo. Una música con una identidad muy personal, muy mía, profundamente ligada al folclore español y, en concreto, al folclore de mi crianza. Siempre intento tender puentes entre esa tradición y los sonidos, texturas y conceptos más vanguardistas.


¿Qué es lo que más echas de menos de Bogarra cuando estás lejos?

El paraje. La sierra, la naturaleza, el modo de vida asociado al pueblo. Todo lo que implica estar allí.


Si tuvieras que describir La Mancha con un sonido, ¿Cuál sería?

Ahora mismo, unas castañuelas.


¿Recuerdas el momento exacto en que dijiste: “Vale, voy a dedicarme a esto de hacer canciones”?

Hubo dos momentos muy claros. Cuando apareció David, mi mánager y amigo, que vio una proyección en mí que yo aún no veía; y cuando la gente empezó a pedirme escuchar más. Ahí entendí que había un camino real para dedicarme a esto.


¿Qué te inspira más al componer?

Todo puede inspirarme. A veces una intuición espontánea que aparece como melodía, letra o concepto. Otras veces conversaciones, escenas cotidianas, conflictos internos o externos, emociones complejas o simples. Cualquier cosa que pase por mi universo interno puede convertirse en canción.


¿Hay alguna canción tuya que te haya sanado mientras la escribías?

La mayoría. Tengo la tendencia a componer para verbalizar cosas que llevo dentro, verdades o iluminaciones que antes no estaban claras. La propia expresión —la voz, la letra, la música— tiene algo de alquimia. Me ayuda a entenderme y a sanarme.


¿Qué parte del proceso creativo disfrutas más?

Casi todas, si me pillan en el momento adecuado. Escribir es un espacio íntimo donde soy más honesta. Grabar es aterrizar mis ideas con otras personas, ver cómo se materializan. Y el directo me fascina: la escenografía, la energía, el vivirlo todo en presente. Aunque si estoy en otra fase, cualquiera puede volverse un pequeño infierno… pero cuando toca, lo disfruto muchísimo.


¿Qué pasa por tu cabeza justo antes de salir a cantar?

Ha cambiado mucho con los años. Antes había dudas, miedos, emoción. Ahora las ideas son más blancas y bonitas: disfrute, confianza en mi banda y ganas de contar una historia. Me dejo fluir, porque sé que lo esencial ya está ahí.


¿Tienes algún ritual antes del concierto?

Sí. Me gusta reunirme con todas las músicas, abrazarnos y crear una “burbuja dorada”: un espacio simbólico donde concentramos energía y nos reconocemos como un organismo vivo. A veces también nos tomamos un taponcillo de ron, que nos gusta mucho.


¿Qué te gustaría que el público se lleve a casa tras escucharte?

Una sensación de amplitud, de alta vibración. Que lo que hago toque su vida, su corazón, sus experiencias. Y también que perciban el valor cultural y musical de la propuesta. Que les entren ganas de decirle a una amiga: “Tienes que ver a Karmento”.


Como sexóloga y educadora, cuándo se cuelan esas miradas en tus letras?

Siempre. Forma parte de mí. Me interesan las relaciones humanas y cómo convivimos en lo cotidiano. Es un diálogo constante, interior y relacional, que se cuela en mis letras de forma libre, a veces sin darme ni cuenta.


¿Qué consejo vital te repites cuando te notas desconectada?

“El todo está bien”. Me lo pongo hasta en las alarmas del móvil. Me ayuda a aceptar que la desconexión forma parte de la vida y que a veces una tira de oficio. Intento tratarme con compasión, quitarme peso —aunque no siempre lo consigo— y recordarme que volveré a conectarme cuando toque.


¿Cuál dirías que es tu superpoder como persona?

La empatía. Entiendo muy rápido lo que está pasando dentro de las personas: sus emociones, sus matices, sus silencios. Eso me ayuda a convivir, a trabajar en equipo y a procurar que la gente esté a gusto cuando compartimos un espacio.


¿Qué cosa sencilla te da alegría instantánea?

Muchas. Llegar a casa con la compra pensando en lo que voy a cocinar. Levantarme sabiendo que tengo la mañana libre y tomarme un café mientras organizo mis bártulos creativos. Ver una película que llevaba tiempo queriendo ver con mi snack favorito. Un plan improvisado con amigas o con mi familia elegida. Que alguien me proponga un plan distinto para un domingo libre. Las pequeñas cosas me dan mucha vida.


¿Cómo desconectas después de un día largo?

Apagando el móvil. Es la única forma real que he encontrado. Una vez cierro ese universo digital, me aparecen muchas opciones: pasear, ir a una clase, ver cine, quedar con alguien. Pero la clave es apagar el móvil.


¿Cuál es tu refugio cuando necesitas parar un poco del mundo?

Mis refugios suelen estar ligados a buena compañía y a lugares que no habito a diario: irme a mi pueblo, al pueblo de una amiga, a la playa a ver el mar. Mi casa también lo es, pero como trabajo mucho en ella, no siempre funciona. A veces es más oficina que hogar.

¿Qué estás soñando para tu próxima etapa musical?

Estoy imaginando el siguiente paso: las nuevas canciones, los temas, la producción, el concepto, cómo aterrizarlos en escena. Qué puentes quiero trazar desde lo que ya soy hacia lo que quiero explorar. Siento que hay un recorrido por delante y estoy escuchando hacia dónde me llama.


¿Hay algo que te apetezca muchísimo hacer y no te hayas atrevido a contar?

Sí: estudiar cocina. Me encantaría mejorar mis técnicas, aprender más. La cocina para mí es un espacio de creación, de juego, de celebración. Y está muy ligado a algo que adoro: compartir la comida.


Un “mandamiento para la buena vida” creado por Karmento.

Afrontar el cambio con confianza. No es no tener miedo —porque el miedo existe—, sino estar abierta a que el cambio sea solución, drenaje, movimiento. La vida es cambio. Así que, si tengo que resumirlo en una frase: “Coge el cambio por los cuernos.”





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