t.A.T.u.: El regreso incómodo de un mito fabricado

 


De íconos queer a la traición de Julia Volkova: ¿puede volver un grupo que fingió ser lo que nunca fue?


Por décadas, t.A.T.u. ha vivido en el imaginario colectivo como un dúo adelantado a su tiempo, rebelde y queer-friendly. Sin embargo, bajo la superficie de ese mito se esconde una verdad menos glamurosa: una estrategia de marketing diseñada por un productor, una historia de oportunismo, y una de las mayores traiciones simbólicas a la comunidad LGTBIQ+ cuando una de sus integrantes, Julia Volkova, expresó su homofobia públicamente años después. Hoy, con rumores de regreso circulando, la pregunta es inevitable: ¿tienen cabida t.A.T.u. en 2025?




El regreso que divide


A comienzos de 2025, varios medios internacionales como news.com.au informaron que Julia y Lena se reunieron en San Petersburgo para un evento publicitario en el que revivieron sus looks noventeros. La imagen circuló como la pólvora: Julia Volkova, con un nuevo rostro fruto de varias cirugías estéticas, abrazando a una Lena Katina que mantiene su estilo más sobrio. Las redes ardieron. Algunos fans celebraban el reencuentro; otros —sobre todo en espacios queer— lo veían con escepticismo.

Lo cierto es que el proyecto está sobre la mesa. Se ha hablado de una gira mundial y de nuevos temas, pero el contexto es muy distinto al de 2002. Hoy, la corrección política, el compromiso social y la representación real son claves que t.A.T.u., tal como se originó, nunca representó sinceramente.




Un mito con fecha de caducidad: fingiendo ser lesbianas


t.A.T.u. se formó en 1999 bajo la batuta del productor Ivan Shapovalov, un expsicólogo obsesionado con provocar. La idea no era innovadora por su calidad musical, sino por su carga provocadora y sexualizada: dos chicas adolescentes en uniforme escolar, besándose bajo la lluvia, escapando de instituciones autoritarias y gritando “All the Things She Said” como un acto de liberación.


Pero no eran lesbianas. Ni siquiera lo insinuaban en su vida personal. Todo era una puesta en escena planeada al milímetro para captar la atención del mercado occidental. La canción fue un bombazo, el vídeo fue censurado en algunos países y se convirtió en bandera de muchos jóvenes queer… sin saber que estaban siendo utilizados por una maquinaria cínica de marketing.


Julia y Lena admitieron años después que no eran pareja, que todo fue fingido y que se sentían “incómodas” con muchas de las instrucciones del productor. En un momento en que la visibilidad LGTBIQ+ era un tema de lucha real, t.A.T.u. jugó a la impostura.




Eurovisión, fama y declive


En 2003 representaron a Rusia en Eurovisión, logrando el tercer puesto con “Ne ver’, ne boysia” (“No tengas miedo”), una canción que muchos interpretaron como un mensaje encubierto a la juventud queer rusa, justo cuando el país endurecía su retórica conservadora.


Durante unos años, su fama se sostuvo con giras, discos y merchandising. Pero la fórmula se agotó. Su segundo disco no tuvo la misma repercusión y las críticas aumentaban: ¿era ético lucrarse con una orientación sexual fingida? ¿Era justo para las verdaderas artistas lesbianas que vivían en la sombra mientras dos chicas hetero capitalizaban ese espacio?




Julia Volkova: del mito queer al discurso homófobo


La controversia que más daño ha hecho al legado de t.A.T.u. surgió en 2014, cuando Julia Volkova apareció en un programa de televisión ruso y dijo públicamente que no aceptaría tener un hijo homosexual. Literalmente afirmó:


“No aceptaría a un hijo gay. Sí aceptaría a una hija lesbiana, porque las mujeres son más estéticas. Pero un hombre no tiene derecho a ser maricón”.


La frase, además de abiertamente homófoba, puso en evidencia la hipocresía brutal de su trayectoria. Había vendido millones de discos jugando a ser lesbiana, mientras en privado sostenía discursos intolerantes y machistas.

La reacción fue inmediata. Muchos medios LGTBIQ+ internacionales —entre ellos Pink News y Wiwibloggs— calificaron sus palabras de traición y basura moral. Lena Katina, su compañera en el grupo, se desmarcó rápidamente y publicó:


“Estoy en total desacuerdo con las declaraciones de Julia. El amor es amor. Cada ser humano tiene derecho a ser quien es”.




Lena Katina: la otra cara


Lena ha mantenido una carrera discreta y con una postura más coherente. Aunque también participó del show fabricado, ha reiterado su apoyo a la comunidad queer y ha hecho presentaciones en eventos LGTBIQ+, algo que contrasta con la deriva de Julia, quien incluso se presentó como candidata política en Rusia alineada con el partido pro-Putin, conocido por su represión contra el colectivo.


Si el regreso de t.A.T.u. se materializa, muchas voces dentro del activismo piden que Lena lo haga sola o que se plantee un reencuentro sin Julia, al menos mientras no haya una disculpa clara y contundente.




¿Es posible separar la obra del artista?


La pregunta clásica. ¿Podemos seguir bailando “All the Things She Said” sabiendo que una de sus intérpretes desprecia a parte del público que la hizo famosa? ¿Es justo que en pleno 2025, con leyes antiLGTBIQ+ aún vigentes en muchos países, celebremos el regreso de alguien que legitima esos discursos?


Algunos argumentan que el arte trasciende al artista. Otros señalan que no estamos hablando solo de opiniones, sino de una traición estructural: Julia no solo dijo cosas homófobas; hizo carrera fingiendo lo contrario. Y eso, en muchos círculos, es imperdonable.



Conclusión: una nostalgia que duele


t.A.T.u. marcó a una generación. Eso es innegable. Su estética, su sonido y su desafío a las normas ayudaron a muchas personas a reconocer sus emociones, a salir del armario o a explorar su sexualidad. Pero ese mito fue construido sobre una mentira, y su legado quedó envenenado por los propios actos de sus protagonistas.


Hoy, con el auge del feminismo interseccional, la representación auténtica y el rechazo a las imposturas culturales, el regreso de t.A.T.u. ya no es un sueño adolescente, sino una incomodidad ética. Volver pueden… pero no será con aplausos unánimes.




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