En el panorama de los cuentos navideños contemporáneos, El villancico de Darío, escrito por Martín Karlosy y publicado por Círculo Rojo, se abre paso como una de esas historias que recuperan la esencia emocional de la Navidad sin caer en artificios. Con una sensibilidad particular y una mirada muy humana, Karlosy construye un relato que funciona tanto para los más pequeños como para los adultos que disfrutan de una lectura cálida y reflexiva cuando llega diciembre.
La premisa es sencilla, pero poderosa: Darío, un niño lleno de ilusión, sueña con cantar su villancico en la gran fiesta de su pueblo. Para él, la Navidad es música, brillo, escenario… hasta que un accidente le arrebata la voz. La pérdida es un golpe duro que descoloca a cualquier niño, y Karlosy no teme acercarse a ese dolor con honestidad, pero también con delicadeza. La historia no se regodea en la tragedia; la utiliza como punto de partida para hablar de algo más profundo.
Ahí entra en escena Celia, la hermana mayor, y posiblemente el alma emocional del cuento. Su empeño por impedir que Darío se hunda convierte la lectura en un homenaje al vínculo entre hermanos: a la manera en que los niños construyen esperanza juntos, incluso cuando la vida les obliga a cambiar de camino. Celia personifica la ternura activa, esa que no solo consuela, sino que impulsa al otro hacia nuevos horizontes.
Karlosy maneja un estilo narrativo cercano, accesible y muy visual. Cada capítulo invita a imaginar la calidez del hogar, el frío de la calle, las luces que decoran el pueblo y, sobre todo, la música que atraviesa la historia. El villancico del título no es únicamente una canción: es un símbolo de transformación, de cómo un sueño puede dejar de existir tal y como lo recordábamos, pero renacer de una forma inesperada.
La obra subraya valores como la resiliencia, el amor fraternal, la ilusión y la importancia de reinventarse tras una pérdida, sin recurrir a moralejas explícitas. Y ahí reside parte de su encanto: el mensaje está, sí, pero llega en susurros, a través de las acciones de los personajes más que en discursos.
El villancico de Darío nos ha generado muy buenas impresiones y destacamos su ternura, su capacidad para emocionar sin dramatizar y su valor como lectura familiar. No es una historia compleja ni pretende serlo; es un cuento concebido para ser compartido alrededor del árbol, antes de dormir o durante una tarde de invierno, cuando la nostalgia y el calor del hogar se mezclan de forma natural.
En definitiva, Martín Karlosy ofrece con El villancico de Darío un cuento navideño que abraza sin empalagar, conmueve sin manipular y deja un poso luminoso. Es un libro que recuerda que, incluso cuando la voz se apaga, siempre queda una melodía esperándonos al otro lado del silencio. Una lectura ideal para todas las edades, capaz de convertir un pequeño villancico en una gran lección de vida.
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