La historia se repite, pero con un sabor agridulce.
Después de meses de rumores, silencios calculados y mensajes enigmáticos, La Oreja de Van Gogh ha hecho oficial este 15 de octubre de 2025 lo que muchos esperaban —y otros temían—: Amaia Montero regresa como vocalista del grupo, dieciocho años después de su marcha.
La noticia se anunció a través de un comunicado en las redes oficiales de la banda, en el que además se confirma la salida temporal del guitarrista Pablo Benegas, uno de sus fundadores. El grupo asegura que este último “se retira una temporada para centrarse en su familia y nuevos proyectos personales”, aunque el foco mediático está, sin duda, en el regreso de Amaia.
“Necesitábamos levantar hoy la mano y deciros que sí, que estamos aquí, y que el horizonte está repleto de noches mágicas como aquellas en las que vuestra pasión y nuestras canciones se mezclaban en un hechizo inolvidable”, publicaron en su comunicado.
Una frase que pretende ser emotiva, pero que no consigue disimular el gesto de oportunismo de una banda que parece haber calculado cada paso con precisión quirúrgica: el anuncio llega solo dos días después de que se cumpla exactamente un año desde la marcha de Leire Martínez, la vocalista que sostuvo el nombre de La Oreja de Van Gogh durante diecisiete años.
Un regreso esperado… pero mal gestionado
Que Amaia Montero volviera a La Oreja era un rumor tan insistente como inevitable. Desde que el grupo comenzó a borrar publicaciones antiguas y lanzó el misterioso mensaje “Solo juntos tiene sentido”, el público entendió que algo se cocía en San Sebastián.
La expectación fue enorme. Pero la forma en que se ha ejecutado el anuncio ha dejado un reguero de decepción entre parte de la prensa y de los seguidores.
Porque el problema no es el regreso de Amaia —una voz icónica que marcó una época—, sino cómo se ha producido: sin una sola mención de agradecimiento o respeto explícito a Leire Martínez, la mujer que tomó el relevo cuando todos daban por muerta la historia del grupo y que, contra todo pronóstico, logró mantenerlo vivo, relevante y en constante gira internacional.
El legado de Leire: profesionalismo, resiliencia y éxito
Leire Martínez no solo fue “la sustituta”. Durante casi dos décadas, grabó cinco álbumes de estudio, vendió millones de copias, encabezó giras por España y América Latina y modernizó el sonido de una banda que podría haberse fosilizado en la nostalgia.
Su presencia sobre el escenario, su carisma y su técnica vocal permitieron que La Oreja de Van Gogh siguiera llenando estadios y festivales incluso cuando la industria cambiaba radicalmente.
Y tras su salida —que el grupo comunicó en un frío post de redes sociales, sin siquiera un vídeo o mensaje conjunto—, Leire no se hundió: inició una carrera en solitario llena de autenticidad, presentando su primer sencillo, “Mi nombre”, que ha recibido excelentes críticas y miles de reproducciones en plataformas.
Ha demostrado que no necesitaba a La Oreja para seguir siendo relevante, y que la elegancia y la coherencia siguen siendo posibles en una industria devorada por los reencuentros estratégicos.
El calendario de la polémica
El detalle más hiriente —y el que está encendiendo las redes— es el calendario.
El comunicado de hoy llega exactamente dos días después del aniversario del comunicado que confirmó la marcha de Leire Martínez.
Una coincidencia que muchos califican de “falta de respeto” y “golpe innecesario”.
No se trata solo del regreso de Amaia, sino de la sensación de que el grupo ha querido reescribir su propia historia borrando a quien mantuvo su nombre a flote durante casi veinte años.
Esa ausencia de empatía ha generado rechazo incluso entre algunos de los seguidores más fieles, que en los últimos días han expresado su malestar en redes sociales:
“Podíais haber esperado, al menos, una semana más. Es un anuncio bonito hecho con el peor timing posible.”
“No era necesario hacerlo justo ahora. Leire merecía respeto.”
Los comentarios se cuentan por miles. Y lo que podría haber sido un regreso celebrado universalmente ha terminado dividido entre la euforia nostálgica y la crítica ética.
Amaia Montero: redención o estrategia
El regreso de Amaia, por su parte, se percibe como una mezcla de redención personal y movimiento calculado.
Tras años de silencio, problemas de salud y una recuperación paulatina, su regreso al frente de La Oreja tiene un enorme potencial emocional… pero también comercial.
El grupo se reencuentra con la voz que definió su edad de oro —de El viaje de Copperpot a Guapa—, pero lo hace en un contexto donde los “comebacks” se han convertido en un recurso de marketing más que en un acto artístico.
La incógnita está en si este reencuentro será capaz de ofrecer algo nuevo o si se limitará a explotar la nostalgia de los fans de los 2000.
Una decisión que divide más que une
El regreso de Amaia Montero podría haber sido un momento histórico de unión, pero La Oreja de Van Gogh lo ha convertido en un movimiento con demasiadas sombras.
La banda ha demostrado poca sensibilidad hacia su pasado reciente y una preocupante falta de autocrítica.
Porque si algo define a los grandes grupos es su capacidad para reconocer todas las etapas que los han construido, no solo aquellas que convienen comercialmente.
Mientras tanto, Leire Martínez sigue su camino en solitario, más libre que nunca, sin rencor público, y con una madurez artística que muchos desearían para quienes hoy parecen tan empeñados en reescribir la historia.
Conclusión: el precio de la nostalgia
Sí, Amaia ha vuelto.
Pero La Oreja de Van Gogh ha perdido una oportunidad de oro para hacerlo con elegancia y humanidad.
El regreso que debía ser un canto a la reconciliación ha terminado pareciendo un ajuste de cuentas con el pasado.
Y aunque los fans llenarán los conciertos y celebrarán escuchar de nuevo Rosas en la voz original, muchos recordarán también que detrás de esa melodía luminosa hay una sombra que no se borra fácilmente: la de una banda que olvidó que la lealtad también suena.

0 Comentarios